Sesiones con bebés: Lecciones de presencia y humildad
- terapiadesanacionp
- 10 ene
- 3 Min. de lectura
Cuando tengo una sesión con un bebé, mi primer paso siempre es abrir mi corazón con curiosidad y receptividad hacia lo que no puedo controlar. Los bebés, con su sabiduría silenciosa, enseñan lecciones que van más allá de cualquier técnica o planificación previa.
Recuerdo una visita de posparto en la que trabajé con un bebé. Desde el momento en que llegué, sentí en mi cuerpo que no tenía el "permiso" para acercarme a él. Entonces, simplemente esperé.
Mientras conversaba con la madre, ella comenzó a compartir la historia de su parto. Sentí cómo el dolor llenaba la habitación, un dolor profundo que parecía haberse estancado en el aire y en sus cuerpos. La madre me habló de su cesárea, describiéndola como una traición de Dios y del universo. Su tristeza era inmensa, y mientras relataba su experiencia, su bebé lloraba. Un llanto desgarrador, como si estuviera liberando ese mismo dolor que la madre intentaba poner en palabras.
La madre también lloró. En ese momento, no había nada que "hacer", excepto dar la bienvenida a la tristeza. Nos quedamos ahí, presentes, permitiendo que el dolor fluyera libremente. El llanto del bebé se alternaba con momentos de descanso, solo para regresar nuevamente. Era un ciclo natural, una expresión cruda y honesta de lo que necesitaba salir a la superficie.
Ambas susurramos observaciones, reconociendo lo que sentíamos que estaba ocurriendo. Al final de la sesión, algo había cambiado. El bebé parecía transformado, como si hubiera vaciado un galón de emociones contenidas. Su cuerpo irradiaba una sensación de curiosidad y juego. Se estiraba, habitando plenamente su cuerpo, como si finalmente hubiera llegado a la tierra en paz.
La madre, visiblemente más aliviada, me agradeció profundamente. Lo que ella no sabía era lo nerviosa que me sentí durante esta visita, al no saber qué "hacer" la mayor parte del tiempo. En realidad, no fue tanto lo que yo hice, sino el bebé, el campo relacional entre nosotros y la atmósfera compartida, quienes crearon el espacio para que ocurriera lo que era necesario.
El poder de no intervenir
Ese día aprendí una lección valiosa: cuando mi necesidad de “hacer” toma demasiado protagonismo, corro el riesgo de interferir con lo que realmente necesita suceder. Los bebés, con su inmensa sensibilidad, tienen un lenguaje propio, un proceso que no requiere de mi intervención activa, sino de mi respeto y presencia.
Entendí que la clave estaba en el "permiso". En esa visita no tuve "permiso" para seguir mi agenda o plan inicial. Fue un recordatorio de que, a veces, lo mejor que puedo hacer es apartarme y permitir que los procesos preciosos sucedan por sí solos.
Respetar los matices del permiso
Los bebés son maestros del lenguaje implícito, ese que no se expresa con palabras, pero que está profundamente presente en sus cuerpos y emociones. Aprender a respetar sus matices de "permiso" me ha enseñado a confiar en el proceso y en su capacidad para autorregularse cuando se les da el entorno adecuado.
El impacto del nacimiento en el mundo
Una frase que resuena profundamente conmigo es:"Si quieres ayudar a cambiar el mundo, comienza con el nacimiento (y antes), porque todo se desarrolla con el lenguaje, almacenado implícitamente en los bebés.”
El nacimiento y los primeros años de vida son momentos cruciales donde se siembran las semillas de cómo habitaremos nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestras relaciones con los demás. Los bebés, con su inmenso potencial, nos muestran que el verdadero cambio empieza en lo más básico: darles el permiso, el espacio y la presencia que necesitan para SER.
Comments